Sinopsis
Todos parecían divertirse en aquel baile
que reunía a lo más selecto de la sociedad londinense. Todos, excepto ellos
dos. Daphne, una hermosa joven agobiada por su madre, y Simon, el huraño nuevo
duque de Hastings, tenían el mismo problema: la continua presión para que
encontraran pareja. Al conocerse, se les ocurrió el plan perfecto: fingir un
compromiso que los liberara de más agobios. Pero no sería sencillo, ya que el
hermano de Daphne, amigo de Simon, no es fácil de engañar, ni tampoco lo son
las avezadas damas de la alta sociedad. Aunque lo que complicará de verdad las
cosas será la aparición de un elemento que no estaba previsto en este juego a
dos bandas: el amor.
Desde que fue presentada en sociedad, Daphne no tiene un momento de respiro. La culpa es de su madre, a la que adora, pero que está obsesionada con encontrarle un marido cuanto antes. Lo peor del caso es que los hombres razonablemente deseables no están interesados, y los que sí lo están son unos incansables pesados de los que tiene que librarse... incluso a golpes. Por eso acepta encantada la idea del duque de Hastings de fingir un noviazgo que ahuyente a los pretendientes. Aunque quizá también tenga algo que ver el hecho de que el joven duque comienza a resultarle cada vez más seductor.
Marcado por una infancia llena de soledad y resentimiento, Simon Basset, el nuevo duque de Hastings, no quiere saber nada de la vida social de Londres ni, desde luego, de los intentos de las elegantes damas de “cazarlo” como marido para sus hijas. Cuando conoce a Daphne, cree haber encontrado el plan perfecto: un compromiso ficticio que mantenga alejadas a las pretendientes que lo agobian. Y cuando la atracción fingida comienza a convertirse en algo demasiado real, Simon deberá enfrentarse a los fantasmas del pasado que le impiden disfrutar la felicidad que el destino pone al alcance de su mano.
Crítica
El duque y yo
supone la primera entrega de la serie Familia Bridgerton, de Julia Quinn. En ella
nos encontramos con Daphne, la mayor de las hermanas de la familia; y Simon,
nuevo duque de Hastings.
Daphne es plenamente consciente de que debe casarse. Sin embargo,
eso no quiere decir que esté dispuesta a atarse a cualquiera. Aunque no lo
pregone a los cuatro vientos, desea algo más que un matrimonio de conveniencia.
Desea una relación como la que tenían sus padres. Y es que para alguien que se
ha criado en una familia numerosa, rodeada de cariño y con el ejemplo de unos
padres que se amaron más que a nada, conformarse con uno de esos compromisos
insulsos y sin sentido en los que cada uno de los miembros busca el amor lejos
del lecho conyugal, no es ni siquiera una opción. Por eso ha rechazado a varios
pretendientes. Por eso es ya una profesional de la evasión… Hasta que en una de
esas acciones evasivas se tropieza con el esquivo, misterioso y poco
recomendable Simon Basset, duque de Hastings.
Simon jamás deseó regresar a Inglaterra ni tomar posesión de
su título. Marcado por una traumática infancia, convertirse en duque nunca ha
sido su objetivo. Sin embargo, cuando su padre muere se ve obligado a regresar
y convertirse en aquello que desprecia. Con los fantasmas del pasado acechando
en cada esquina y las damas casaderas de Londres dispuestas a cualquier cosa
por atraparlo, su vida se convertirá en una carrera de obstáculos. Y es que,
pese a no haber tenido más remedio que heredar el título de su progenitor, eso
es en todo lo que está dispuesto a ceder. Heredará el título… Y este morirá con
él. Y es que Simon tiene la firme determinación de no casarse jamás. Ni procrear
heredero alguno. Hasta que aparece Daphne con su sonrisa contagiosa y su
sentido del humor. Daphne, la hermana de su mejor amigo. Una mujer totalmente
prohibida. Una joven a la que desea más que a ninguna otra cosa en el mundo. Pero
él es un hombre fuerte y logrará resistirse a la tentación… O eso cree.
Hace años que leí esta novela por primera vez. En aquella
época, mis inicios como lectora de romántica, todavía tenía la capacidad de
entusiasmarme fácilmente. No era necesario que una novela fuera excesivamente
buena, o emotiva, o sensual, para que me fascinara. Por aquel entonces, El duque y yo se convirtió en una de mis
novelas de referencia. Simon Basset me fascinó en la primera página. Daphne se
ganó mi simpatía en cuanto abrió la boca. Colin Bridgerton, protagonista de la
cuarta entrega de la serie, me robó el corazón en cuanto apareció en escena. Y los
Bridgerton, en general, se convirtieron casi en miembros de mi propia familia.
A lo largo de este tiempo he releído la novela muchas veces.
Me he encontrado con sus protagonistas a menudo y he rememorado sus aventuras
con frecuencia. Y pese al tiempo transcurrido, pese a que ese entusiasmo
inicial por la romántica ha decaído notablemente, los Bridgerton siguen
ocupando un estante privilegiado en mi estantería, guiñándome un ojo desde la
repisa y recordándome por qué soy una fan incondicional de la romántica. Esta serie,
junto a algunas otras joyas, son las que mantienen mi esperanza, las que hacen
que todavía me acerque a los estantes de romántica de la Casa del libro por
muchos Grey y similares que invadan las estanterías.
Para mí, una novela de SOBRESALIENTE.
«—¿Qué te pasa,
Simon? —le preguntó. Tenía una cara que nunca había visto, con los ojos llenos
de rabia, angustia y desesperación—. ¡Te va a matar! Os reuniréis en algún
campo perdido y te matará. Y te comportas como si quisieras que lo hiciera.
—N-no
q-q-quiero m-morir —dijo, demasiado cansado para preocuparse por el
tartamudeo—. P-pero no puedo casarme contigo.
Las manos de
Daphne le resbalaron por los brazos y ella se alejó. La mirada de dolor y
rechazo en sus ojos era casi insoportable. Estaba tan abatida, envuelta en el
abrigo de su hermano, con ramas de zarza colgadas del pelo. Cuando abrió la
boca para hablar, parecía que las palabras le salían directamente del alma.
—Siempre he
sabido que no era la mujer por la que los hombres suspiraban, pero nunca pensé
que alguien prefiriera morir antes que casarse conmigo.»
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