“El amor prohibido es siempre una elección escandalosa...
Ella corría a toda velocidad cuando aterrizó estrepitosamente encima de un jadeante y estupefacto desconocido, era el hombre más guapo que nunca había conocido. El desconocido aturdido sólo veía la cantidad de niños huérfanos que tenía a su cargo, pero robó el corazón de Lauren Hill con un beso abrasador antes de irse. Lauren no podía decirle que era una condesa viuda que pasaba momentos de apuro. Trató de olvidarle, hasta que se lo encuentra de nuevo en un baile en Londres. El hombre que la hechizó, con el que sueña desde entonces es un duque, está fuera de su alcance... y además está comprometido con otra mujer.
La encantadora condesa bávara despierta la curiosidad de toda la sociedad. Alexander Christian, Duque de Sutherland, queda estupefacto al conocer a la dama que ocupa la mayoría de los rumores de la temporada, no es otra que Lauren la chica de campo que ha capturado su corazón. El deber le ha forzado a comprometerse con otra persona, una capaz de ocupar el lugar que por derecho le pertenece en la sociedad y el Parlamento. Pero el quiero una noche con su hechicera de ojos azules, después intentará alejarse de ella de nuevo, va a arriesgar todo por estar con la mujer que hace hervir su sangre y domina sus sueños... su ángel malvado.”
Ángel tentador constituye la segunda entrega de la serie “Granujas de Regent Street” de la autora de novela romántica Julia London. En ella nos encontramos con Alex Daniel Cristian, duque de Sutherland, a quien ya habíamos conocido en el libro anterior de esta saga (El diablo enamorado); y con Lauren Hill, condesa de Bergen, una mujer sorprendente en más de un sentido.
Alex Cristian es, como ya se nos dejó entrever en la entrega anterior, un tipo encantador, uno de esos hombres que traen a las mujeres de cabeza, y no sólo a las féminas de ficción sino a las propias lectoras que, probablemente, se enamorarán de él ya en las primeras páginas. Responsable, arrogante e irónico es, además, un individuo risueño y educado que trata a todo el mundo con respeto y a quien el título de duque le vino de rebote. Tras la muerte de su hermano Anthony, el joven no tuvo más remedio que dejar atrás sus aventuras de juventud (y por “aventuras” no me refiero a aventuras amorosas como suele suceder en este tipo de novelas sino a hazañas de verdad como escalar el Himalaya o explorar el lado más salvaje de América) y asumir el título, ponerse al frente de la compañía familiar y aceptar todas las responsabilidades que, anteriormente, habían sido de su hermano… incluido su compromiso con la joven Marlaine Reese, hija de su socio y principal apoyo en la Cámara de los lores, el conde de Whitcomb. Así pues, Alex ha tenido muy poco dominio sobre su propia vida y se ha visto arrastrado hacia una existencia con la que, aún cuando no es la que él habría elegido, se conforma. Hasta que la conoce a ella. Una joven sencilla de chispeantes ojos azules que corre campo a través perseguida por… ¡¡Un cerdo!!
Lauren Hill no es una mujer corriente. Condesa sólo de nombre, ha pasado la mayor parte de su existencia en una casa de campo medio destartalada, con la compañía de unos huérfanos a los que adora y de una serie de animales un tanto peculiares. Perteneciente a una familia arruinada, ha ideado un medio para lograr hacer frente a las necesidades de su hogar y de sus niños: el trueque. No obstante, este sistema no parece ser suficiente para su tío que, no conforme con haberla casado una vez con un vejestorio, parece dispuesto a hacerlo de nuevo. Por eso acude a Londres a pasar la temporada, aún cuando ella no desea casarse. Por eso se ve expuesta a las miradas y proposiciones de los caballeros cuando, en toda su vida, ella sólo ha deseado a un encantador montañero de ojos verdes que casi logra que la mate un cerdo y que le dio el beso más maravilloso que una mujer pueda soñar. Por eso, cuando ante ella se presenta el todopoderoso duque de Sutherland, Lauren no puede evitar sorprenderse. Su montañero es un duque. Un duque tremendamente rico. Un duque que, mira tú por dónde, está a punto de casarse con una dama terriblemente hermosa y elegante. ¿Qué puede hacer ante eso una mujer que cultiva calabazas, cuida animales y acoge huérfanos? Pues, exactamente, lo que hace Lauren: apretar los dientes e intentar olvidarse de él… por mucho que eso le duela.
Ángel tentador es una novela fascinante, repleta de momentos cómicos que provocan la sonrisa del lector y le arrancan más de una carcajada. Un relato lleno de ternura, que seduce desde el principio y con cuyos personajes no puedes evitar encariñarte (salvo con la excepción de algunos individuos de la alta sociedad y con una señorita que responde al nombre de Marlaine Reese quien, aún cuando no hace nada más que defender su compromiso, se ha granjeado mi odio más absoluto).Pero también es la historia tierna de una mujer que vive para los huérfanos a los que cuida. Y en este punto, hay que aclarar una cosa. Aunque Lauren se nos presente como el típico personaje femenino, dulce y encantador, que se desvive por los demás, no es exactamente así. Ese prototipo femenino de “mujer ángel” no casa con el personaje principal de esta novela. Lauren es una joven cariñosa y dulce que se preocupa muchísimo por aquellos a los que quiere, cierto. Pero también es una muchacha inteligente y con carácter que ha logrado salir adelante por sus propios medios y que no necesita que nadie, ni siquiera el duque de Sutherland, la rescate.
Estamos, en mi opinión, ante una novela de sobresaliente a la que, no obstante le pondré un 8,5. Y es que creo que a la autora el final se le fue un poco de las manos y lo complicó más de lo necesario.
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