Lloraba en mis brazos vestida de negro,
se oía el latido de su corazón,
cubrianle el cuello los rizos castaños
y toda temblaba de miedo y de amor.
¿Quien tuvo la culpa? La noche callada.
Ya iba a despedirme. Cuando dije "¡Adiós!",
ella, sollozando, se abrazó a mi pecho
bajo aquel ramaje del almendro en flor.
Velaron las nubes, la pálida luna...
Después, tristemente, lloramos los dos.
Rubén Dario
2 comentarios:
Precioso! Qué lindo lo que has publicado para compartir!
Besos
Me alegra que te guste... A mi Ruben Dario me encanta y este poema es genial.
Biquiños!!!
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