Con tan sólo ocho años había vivido el horror de la guerra y el dolor de perder a toda su familia en sólo unos segundos. Nunca podría olvidar aquel momento y cómo ella se había salvado milagrosamente. Jamás podría superar el sentimiento de culpabilidad por haber sobrevivido.
Se levantó lentamente y se acercó a la puerta de aquella casa improvisada. Fuera reinaba la oscuridad perturbada, solamente, por algún rayo insolente. Las piernas de la pequeña comenzaron a temblar y, ya sin fuerzas, se dejó caer sobre sus rodillas. Estaba sola y tenía miedo. Una lágrima corrió por su mejilla y lloró como nunca antes lo había hecho. Llamó a sus padres pero no contestaron. Gritó al cielo pero sólo le respondió el eco de su propia voz. Después, el silencio.
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2 comentarios:
interesante, deberias haberlo seguido...
Mmm... no se... a lo mejor algun dia lo retomo... Pero bueno, hace mucho ya que no escribo asique no se.
Biquiños!!
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