jueves, 24 de septiembre de 2009

Refugiada

Fuera llovía intensamente y las gotas golpeaban la lona con tal violencia que María pensó que no tardarían mucho en perforarla. Temerosa, cerró los ojos y durante unos instantes sintió que estaba en su casa. Se imaginó junto a la chimenea mientras su madre la abrazaba para que no tuviese miedo. Oía como le susurraba que no iba a pasar nada, que estuviese tranquila. Pero cuando abrió los ojos de nuevo nada había cambiado. Seguía en aquella tienda, en aquel campamento de refugiados y su madre seguía muerta.
Con tan sólo ocho años había vivido el horror de la guerra y el dolor de perder a toda su familia en sólo unos segundos. Nunca podría olvidar aquel momento y cómo ella se había salvado milagrosamente. Jamás podría superar el sentimiento de culpabilidad por haber sobrevivido.
Se levantó lentamente y se acercó a la puerta de aquella casa improvisada. Fuera reinaba la oscuridad perturbada, solamente, por algún rayo insolente. Las piernas de la pequeña comenzaron a temblar y, ya sin fuerzas, se dejó caer sobre sus rodillas. Estaba sola y tenía miedo. Una lágrima corrió por su mejilla y lloró como nunca antes lo había hecho. Llamó a sus padres pero no contestaron. Gritó al cielo pero sólo le respondió el eco de su propia voz. Después, el silencio.

2 comentarios:

e_minan dijo...

interesante, deberias haberlo seguido...

Fani dijo...

Mmm... no se... a lo mejor algun dia lo retomo... Pero bueno, hace mucho ya que no escribo asique no se.
Biquiños!!