viernes, 18 de diciembre de 2009

“Si fuera tuyo... pero tú y yo nos conocemos lo suficiente como para saber que esto no lo has escrito tú”

Creo que estas han sido las palabras que más me han dolido en mi vida y no porque hayan sido pocas las veces que me han humillado o criticado, sino porque han sido pronunciadas por una persona a la que, hasta hace algunas horas, admiraba profundamente, alguien cuyo ejemplo había deseado seguir desde que, hace un par de años, puse los pies, por primera vez, en una de sus clases. Y es que, nada más cruzar aquella puerta, me percaté de que estaba ante alguien que valía la pena, uno de esos profesores cuyo recuerdo permanece para siempre en tu memoria pues, de uno u otro modo, han influido en quién eres y en el camino que has seguido.

Aquella primera clase fue, sencillamente, revitalizante para alguien que, quizá, por accidente o, tal vez, porque el destino quiso jugarle una mala pasada, acabó en una carrera que odiaba y amaba en la misma medida.

Llegar a un lugar en el que sentirme “integrada” en una época en la que, fuera donde fuera, me sentía fuera de lugar, supuso un agradable cambio, un consuelo para toda la frustración que me embargaba después de una mañana de desquiciantes análisis sintácticos, aburridas declinaciones en latín e interminables transcripciones fonéticas que me parecían totalmente inútiles y carentes de sentido. Sí, lo reconozco, mi vocación jamás ha estado ligada a nada práctico. Mis aspiraciones siempre han estado dirigidas al mundo literario, a la creación de unas historias que irrumpían en mi mente, sin previo aviso, en los momentos más inesperados; a la plasmación por escrito de unas pretensiones románticas que, aún siendo consciente de lo tremendamente idealistas y utópicas que parecían, estaba completamente segura de poder satisfacer. No he aspirado, sin embargo, jamás, a dedicarme a la escritura. Desde siempre, he sido consciente de lo difícil que resulta entrar en ese mundo, sobre todo, cuando no se tiene el talento suficiente. Nunca he escrito con la idea de que lo que estoy relatando sea bueno. Lo único que he buscado, desde hace ya más años de lo que me gustaría, ha sido plasmar por escrito mis pensamientos, mis sentimientos o, simplemente, mis sueños. Y ha sido ese gusto por los mundos ficticios que tan sólo existen en la literatura lo que me llevó, tras un intento boicoteado de integrarme en el mundo del periodismo, a la facultad de Filología y lo que convirtió las clases de literatura y, sobre todo, las de una disciplina en concreto, en lo único que me animaba a subir a la facultad cada mañana. Y fue eso, también, lo que me hizo elegir una asignatura que sabia que me iba a encantar y que estaba decidida a disfrutar, sobre todo, después de que me dijeran que la figura entorno a la que iba a girar era la del hombre del que me había enamorado a los trece años cuando, sabiendo de mi carácter “patológicamente romántico”, una profesora puso en mis manos el Don Juan Tenorio de Zorrilla. Y es que don Juan es, desde mi punto de vista, el mito romántico por excelencia. Sea cual sea la autora a la que recurras o la obra a la que te refieras, siempre hay un don Juan o, al menos, algún rasgo donjuanesco en alguno de sus protagonistas. Sebastian St. Vicent, James o Anthony Malory, Derek, Scott o Sam Donovan no son más que ejemplos de ese “don Juan” romántico que toda mujer desea conquistar. Es, pues, el protagonista romántico por antonomasia, el hombre del que, inevitablemente, acabamos enamorándonos todas las lectoras de este género en uno u otro momento... Y, desde luego, es ese hombre al que toda mujer sueña reformar. Precisamente, ese afán por “reformar” a don Juan, ese rechazo hacia las obras que suponen su perdición o que ponen en entredicho su estabilidad psicológica y emocional, fue lo que me llevó a “encapricharme” con una determinada creación a la hora de preparar un trabajo. Trabajo que, lamentablemente, no valdría la pena pues sólo serviría como excusa para humillarme, para acusarme de plagio sin ninguna prueba, para recalcar mi ineptitud para la escritura y, sobre todo, para dejar bien claro que se me considera lo suficientemente estúpida como para copiar a otros autores y exponer alegremente ese plagio ante alguien que, probablemente, ya habrá leído esos “supuestos” estudios cientos de veces. Y eso lo ha hecho, precisamente, ese “alguien” a quien tanto admiraba lo que ha hecho la humillación aun más dolorosa. Jamás pensé que una persona a la que consideraba un ejemplo a seguir, el colmo de la inteligencia y el respeto, la clase elevada a su mayor exponente, fuera capaz de vilipendiar a alguien sin ninguna razón y, lo que es peor, públicamente. Y es que, aun siendo cierto que ese trabajo no fuese más que el plagio de otros autores (cosa que, desde luego, NO ES, pues ni siquiera recurrí a otro estudio que no fuese el recogido en la introducción del ejemplar de la obra que utilicé y sus notas a pie de página), me parece una falta de educación y de respeto absoluta recurrir a la humillación pública. Sinceramente, me parece lamentable que a estas alturas recurramos a esas técnicas de agravio, más propias de maestros de preescolar que pretenden lograr que un alumno caprichoso se comporte “como Dios manda”, que de profesores universitarios. Aun así, como bien me advirtió mi madre el día que le comenté, por primera vez, esa idolatría que profesaba a esta persona, los ídolos caen pero, lamentablemente, quien más sufre la caída es el idolatra. La frustración, el absurdo y el sentimiento de pérdida te llevan a replantearte todo aquello en lo que crees y a preguntarte si, realmente, vale la pena venerar a alguien. Yo, sinceramente, creo que no. Y es que, una vez te han defraudado, ya no hay vuelta atrás y resulta imposible no medir a todos los demás por el mismo rasero.

Así pues, al igual que don Juan llevaba, con sus acciones, a las mujeres del amor al odio a mi me han llevado hoy de la más grande devoción al desprecio más absoluto. Aquel “si algún día me dedico a la enseñanza quiero ser como tal” que pronunciaba ayer orgullosa, se ha convertido hoy en un triste y melancólico “ojalá, si no tengo más remedio que dedicarme a esto, logre ser lo suficientemente justa como para conceder el beneficio de la duda cuando carezca de pruebas, lo suficientemente educada como para decir en privado aquello que pueda, de no ser cierto, causar un daño moral en el destinatario de mis críticas pero, sobre todo, lo suficientemente humilde como para saber que mis juicios no son infalibles y que no debo afirmar algo de lo que ni siquiera yo estoy segura”.

“Si lo hubieras escrito tú tendría que felicitarte...” No es necesario, muchas gracias, al fin y al cabo nunca he sido partidaria de las felicitaciones hipócritas.


6 comentarios:

LadyMarian dijo...

Qué feo lo que te ha pasado! Vos qué le contestaste? Si no le dijiste nada te sugiero que lo hagas. Es más, hasta podés accionar más "en serio" como para que quede claro que no plagiaste. Si alguien realmente realiza un plagio reacciona quedándose calladito y jamás cuestionaría las cosas.
Lo que has escrito es magnífico! Deberías hacérselo llegar! Hasta no sé si eso no sería mejor que hablar, porque está tan bien escrito que me cuesta creer que puedas decírselo aún mejor.
Ánimo! Un beso grande!

Fani dijo...

Hola LadyMarian!!
Primero de nada, muchas gracias por tus animos... La verdad es que hoy los agradezco mas que nunca.
En cuanto a lo otro... Si que le conteste. Le dije la verdad, que no habia recurrido a ninguna otra cosa que no fuera lo que venia en el libro y que, desde luego, no habia plagiado a nadie. Sin embargo, fue inutil ya que cuando se lo dije fue cuando me dijo eso de "Tu y yo nos conocemos lo suficiente como para saber que esto no lo has escrito tu, tu no escribes asi". Segun ella podiamos comprobar que no era mio en cualquier momento, solo era cuestion de mandarme escribir algo delante de ella. Logicamente, le dije que cuando quisiera se lo demostraba.
Lo que mas me duele es que es un trabajo que hice porque me gustaba y que me llevo mucho tiempo. De hecho, de lo que tenia miedo antes de exponerlo era de que me dijera que estaba mal porque daba una vision totalmente romantica de don Juan. Pero bueno, es lo que hay y no creo que haya nada mas que hacer. Hay determinadas personas que creen estar siempre en posesion de la verdad.
Un besazo!!

LadyMarian dijo...

Insisto en que yo le haría llegar lo que escribiste acá. Me cuesta creer que alguien que lee esto pueda no creerte. Pensalo. Igualmente la desilusión ya no te la saca nadie, claro.
Besos

Fani dijo...

Ya, aunque no creo que le gustase mucho mi "reflexion", pero bueno, es una buena idea. A ver.
Biquiños!!!

Ángeles Ibirika dijo...

Bueno. Hay algo muy claro, y es que, a ella, su estupidez le privo de disfrutar de una escritora con tu sensibilidad. Puede que ese día se fuera orgullosa de su alma de Sherlock Holmes, pero no es mas que una pobre mujer que va perdiéndose millones de cosas hermosas de la vida.

Lo que a ti te queda es mucho más grande, más bello, más de verdad.

Debes sentirte muy satisfecha y orgullosa Fani.

Un beso enorme.

Fani dijo...

Hola Angeles!!!!
Muchas gracias ^_^
No se, a lo mejor ella considero que estaba clarisimo que aquello no era mio... Pero bueno, creo que, como minimo, deberia haber tenido la clase suficiente como para decirlo en privado. Lo peor es lo impotente que te sientes cuando sabes que te estan acusando de algo que no es cierto y no puedes hacer nada.
Muchisimas gracias, en serio, agradezco muchisimo vuestros animos.
Un besazo!